En los últimos tiempos, Mar del Plata se vio visitada por una serie de estatuas misteriosas. Objetos que aparecieron frente al mar y le hicieron competencia a ese ícono que todos conocemos, los lobos marinos.
La otra fue una mujer y durante días llamó la atención de muchos. Nadie dijo: «La hice yo». Nadie vio cuando la colocaban, pero un día, frente al mar, como un eco quizá de Alfonsina, apareció la escultura:
En Playa Chica, tuvo a los marplatenses y a los turistas en vilo, que tomaban fotos con la emoción de la intriga, hasta que en un acto en el centro cultural Victoria Ocampo, el autor mostró su cara públicamente por primera vez: un cirujano plástico con 35 años en la profesión, Mario Magrini. «Elegí el paseo frente al Parque San Martín porque es la pasarela donde suelo caminar. Lo pensé como una travesura de una noche con todos los riesgos que podía presentar, como que me encontraran en plena acción al instalarle en un lugar público. Pero como lo correcto siempre fue el camino a seguir en mi vida, me di un permiso y me dejé llevar por mi intuición y mi deseo. Esta trasgresión artística me resultaba muy peligrosa pero muy atractiva», dijo esa vez.
Esta vez, dos meses después de ese febrero novedoso, otra escultura apareció cerca de la mujer. La de un perro, que una vez más irrumpió sin pistas de su creador o creadora.
Esta vez, el perro no tuvo tanta suerte y fue retirado por los empleados municipales, en un plan de desalentar estas especie de réplica que se dio.
Como sea, ahora Mar del Plata tiene otro ícono más y una pregunta ¿Aparecerán más esculturas?
