En el Día del Arquitecto, recorremos las obras de Salamone

En el Día del Arquitecto, recorremos las obras de Salamone

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Portal del Cementerio en Saldungaray. Foto: Adrián Kaplan Krep

Francisco Salamone fue un arquitecto que a principios del siglo XX vino a la Argentina y fue contratado por distintas localidades bonaerenses para construir básicamente  tres clases de edificios: cementerios, palacios municipales y mataderos. Sus construcciones todavía generan curiosidad y hasta pasión- Hay. Incluso, “tours salamónicos” para visitar su obra. Estas son las coordenadas.

Cementerio de Azul

Un ángel gigantesco (un arcángel, en realidad, llamado San Miguel) vigila la entrada del cementerio de Azul con cara de pocos amigos y una enorme espada entre sus manos.  Una cabeza (la de un Cristo doliente) emerge de una gigantesca rueda de concreto con fondo azul ubicada en el más inimaginable de los sitios: el cementerio de Saldungaray, una localidad al oeste de la provincia de Buenos Aires. Una torre (una torre como un rayo clavado en medio de la Pampa, y que cuando se ilumina de noche produce la sensación de estar frente a un faro) dice que hemos llegado a Caruhé, otro pueblito en medio de la llanura.

Detalle del Cristo en el portal del cementerio de Saldungaray

Quien sembró todas esas maravillas (torres, ángeles, tanques de agua que parecen las cabezas cortadas de enormes animales hoy extintos, discos gigantescos que parecen colgar de la nada, fuentes de formas insólitas, viviendas familiares marcadas con la impronta del Art Decó y toda clase de diseños que recuerdan en algo la estética de los cómics del año treinta) se llamó Francisco Salamone.

Nació en Sicilia, vino a la Argentina, aquí se graduó primero como técnico constructor y luego como ingeniero-arquitecto en la Universidad Nacional de Córdoba y de allí en más inició un apasionante recorrido profesional que lo llevó a construir más de sesenta grandes obras públicas, en especial casas municipales, lugares de faena de animales y también cementerios. También hizo edificios de departamentos, portales de acceso a parques municipales y otra clase de obras, pero fueron las otras (las magnificentes, las que todavía hoy cortan el aliento cuando uno las contempla) las que le ganaron la celebridad.

Tampoco es para menos. Sucede que sobre el monótono paisaje de la Pampa, cada rastro de Salamone es inconfundible y al cabo de un recorrido por los sitios en donde se detuvo uno ya puede reconocer su huella. Su marca de agua son obras gigantescas, sólidas, por fuera de la escala humana.  Formas que rompen con todo lo que uno puede asociar al campo y que asaltan la vista de golpe, y sin previo aviso. El efecto siembre es el mismo: uno viene manejando tranquilo y, de repente, se topa  con algo que parece la escenografía abandonada de una película absurda y protagonizado por gigantes. O por alienígenas.

Matadero en Epecuén

Tampoco esto es casual. Durante un viaje de estudios a Europa, Salamone tomó contacto con la vanguardia arquitectónica del momento, que era el futurismo italiano. De allí, cuentan sus biógrafos y admiradores, llegaron las torres altísimas, las rectas como flechas, las figuras hechas más allá de la escala humana. Algunas de todas estas maravillas pueden verse en lugares como Azul, Laprida, Guaminí, Coronel Pringles o Saldungaray.

Curiosamente,  la mayor parte de la obra de Salamone permaneció desconocida para el gran público durante décadas. A excepción de los que visitaban esos pueblos y quedaban impactados por la majestuosidad de su obra, nadie tenía demasiado registro del arquitecto o de sus creaciones. Hasta que en 1997 una exposición llamada Salamone resurge recuperó su memoria y su trabajo comenzó a popularizarse. Casi diez años después otra muestra al respecto llamada Salamone: La consagración terminó de catapultarlo –aunque a décadas de su muerte- a una popularidad que en vida había buscado sin lograrla jamás.

¿A dónde podemos viajar para disfrutar de una auténtica “experiencia salamónica”? Para quienes estén en CABA, la parada más cercana es Alberti, a 180 kilómetros de Buenos Aires. Allí el maestro diseñó un complejo arquitectónico que comprende el palacio municipal, la plaza que está frente a éste y la fuente, los bancos y hasta las luminarias del lugar, todo signado por las líneas rectas y, en el caso de la municipalidad, una torre coronada por un reloj.

Detalle del ángel de la entrada del cementerio de Azul

Quienes se animen a llegarse hasta Azul, a 310 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, obtendrán uno de los premios mayores porque podrán contemplar su magnífico cementerio, cuya entrada se levanta a 25 metros de altura y está decorada con una  escultura gigantesca del arcángel Miguel. Detrás, la sigla RIP (iniciales de Descansa en paz, en latín) dio lugar en su momento a una serie de bromas en el pueblo. ¿La razón? Cuando la obra se llevó adelante, muchos vecinos temieron por su costo y aseguraron que RIP quería decir, en realidad, “Resulta Imposible de Pagar”.

A 509 kilómetros de CABA, y camino hacia el sur oeste de la provincia de Buenos Aires se encuentra Guaminí, en donde Salamone no sólo se encargó de erigir la municipalidad (con su torre reloj) sino también el matadero municipal, que impacta por su altísima torre de 30 metros y líneas típicas del futurismo. Esa torre esconde en realidad el tanque de agua de la construcción, que se planteó desde el principio como un matadero modelo y guiado por las más altas exigencias higiénicas, y que por eso mismo necesitaba asegurar una constante provisión de agua para deshacerse de los desperdicios de la faena.

Matadero, en Pringles

 

La próxima parada de la “Peregrinación Salamone” será Coronel Pringles, a precisos 529 kimómetros de ruta del corazón de CABA. Allí, Francisco Salamone levantó no sólo otro matadero sino también un complejo municipal de maravillas, que incluye la municipalidad, una plaza, una fuente y hasta los faroles, bancos, pérgolas  y  pisos del lugar. Más aún, allí Salamone hasta se ocupó personalmente de elegir las especies vegetales que acompañarían el conjunto, pero éstas (todos árboles exóticos) no lograron sobrevivir.  Así y todo, según el especialista César Aira, “La Plaza de Pringles es uno de los complejos arquitectónicos más notables del país, la obra maestra de Salamone, uno de esos genios cuyo legado se magnifica con el paso del tiempo”. ¿Y vos? ¿Qué estás esperando para ganar la ruta y acercarte a disfrutarlo?

¿Sabías que…

Además de un enorme arquitecto, Salamone fue un magnífico ilustrador y que se dedicó  a hacer caricaturas con rasgos cubistas (a las que bautizó “arquicaricaturas”) en las que retrató a personajes de la política y de la cultura de ese momento, incluyendo a Churchill, Stalin y Roosvelt?

 

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