Casabindo: La corrida de la Virgen

Casabindo: La corrida de la Virgen

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Cada año, en agosto, un pueblo de Jujuy se enciende para celebrar a  su santa patrona como lo hace desde hace siglos: con una corrida de toros sin heridos ni animales muertos. Hablamos de la localidad jujeña de Casabindo, de su “toreo de la vincha” (sólo se trata de sacarle a un toro la vincha con monedas de plata que lleva entre los cuernos) y de un festejo que convoca a viajeros de todo el mundo. ¿Preparamos las valijas?

Jujuy Turismo / Instagram

Justo en el medio, emplazado entre el taco y la parte del frente de la botita que dibuja Jujuy en el mapa se alza Casabindo, un pueblito que parece haber sido dibujado contra el cielo turquesa de la Puna. A más de 3.400 metros de altura, en el departamento de Cochinoca y a 55 kilómetros de Abra Pampa, Casabindo es una verdadera belleza pero también-y antes que eso- una verdadera rareza: una localidad que se enciende de luces y gente sólo unos pocos días al año. El resto del tiempo duerme al frío y al sol. Sólo 165 personas (según el último censo nacional) lo habitan.

En el idioma original de la altiplanicie, Casabindo significa –dicen los estudiosos- “hondura helada”. Y algo es real: en invierno, el aire se congela en Casabindo. Las casas vacías se cierran y sólo aquellas que cuentan con residentes permanentes dan señales de vida. Hasta que, a medida que se acerca agosto, el pueblo comienza a revivir porque el 15 de ese mes se celebran las fiestas patronales del lugar.

La iglesia de Casabindo (que ya estaba aquí en tiempos de la Colonia) está consagrada a la Virgen de la Asunción, cuya advocación se celebra justamente el 15 de agosto. Ese día, la iglesia se viste de fiesta y uno entiende por qué se llama a este edificio “la catedral de la Puna”: es la construcción más grande y llamativa en medio de un paisaje chato y descolorido. La iglesia blanquísima de Casabidno refulge entonces contra el cielo de un celeste perfecto.

Claro que si el exterior es llamativo, el interior lo es aún: está decorado con cuadros de la época de la Conquista en donde destacan ocho ángeles arcabuceros, típico motivo de la escuela de arte cuzqueña. En Casabindo, corazón del Altiplano, todo parecería ser así: hermoso, extraño y antiquísimo. Los ocho ángeles armados de la iglesia se parecen a los que decoran la iglesia de Uquía, también en Jujuy, y el aire de familia salta a las vista. Se trata, en ambos casos, de ángeles representados como nobles caballeros del siglo XVII, vestidos con los mejores géneros y combinando las armas (los famosos arcabuces) o bien instrumentos musicales  con un par de alas que habla de su origen extra terreno. ¿Qué si son raros? Sí, son raros. Y bellos como ellos solos.

wikimedia commons

La celebración que hizo famoso a este lugar es también lo es. Es tan rara, hermosa y antigua como estas figuras vestidas como humanos pero capaces de volar. El festejo (mezcla de fe, exhibición de coraje  y espectáculo circense) se  llama “el toreo de la vincha” e implica, cómo no, toros – terneros  y también vacas- sueltos en la plaza del pueblo, que se llama Pedro Quipildor.

También incluye a un grupo de entusiastas de todas las edades (jóvenes, adolescentes y hombres que ya pasaron los cuarenta. En algunos toreos han participado incluso mujeres) agitando ponchos rojos frente a los animales y tratando de quitarle a uno de ellos el premio mayor: una vincha de terciopelo rojo  en donde se han cosido varias monedas de plata.

La idea es homenajear a la Virgen arrebatándole la vincha al animal y ofreciéndosela a Nuestra Señora de la Asunción. Los bravos que se animen a desafiar a toros y terneros  son llamados “toreros” pero no le hacen daño al animal. De hecho, a menudo se trata de familias relacionadas desde hace generaciones con esta actividad, tal vez porque en sitios como Casabindo los chicos simplemente nacen y crecen soñando con ese día en el que finalmente pisarán la plaza para probar su suerte frente a un toro que los mira furioso y contra el que no tienen más armas que agilidad, rapidez y coraje.

Por eso mismo este espectáculo de tauromaquia es único en el país y en el mundo, y por eso también muchos de los que se aventuran hasta Casabindo no son promeseros y peregrinos sino extranjeros deslumbrados por lo colorido de la fiesta. La misma se abre con un desfile de creyentes –ataviados, los varones, con plumas en la cabeza y cascabeles en las rodillas- y hay además como atractivo  músicos, orquestas de sikuris, flores por todos lados y cholas vestidas de colores infinitos. Pero, entre todo, lo que más destaca  es la bravura de quienes intentan sacarle la vincha al animal exponiéndose a una cornada.

En cuanto al origen de esta celebración, se dice que nació en tiempos de la Colonia, cuando un héroe aborigen llamado Pantaleón de la Cruz Tabarca que había escuchado del levantamiento de Juan Gabriel Tupac Amaru se rebela contra los atropellos de los españoles, es detenido y maltratado. Su padre le había regalado a Pantaleón,  cuenta la leyenda, una vincha roja adornada con monedas de plata, que él usaba sobre la frente. Cuando es capturado por los españoles, le quitan su vincha, se la colocan a un toro y lo desafían a recuperarla. Era el 15 de agosto, día de la Virgen de la Asunción. Y, claro, Pantaleón logró su cometido. Lo pagó con su vida, pero logró dedicarle su victoria a la virgen. Lo demás fue un fenómeno de devoción y coraje difícil de explicar y que dura hasta hoy.

¿Sabías que…

la mayoría de los toreros de Casabindo son hombres nacidos y criados en la ciudad pero que han tenido que abandonarla para poder tener una vida mejor? En su vida “normal” son empleados, albañiles, choferes. Pero regresan año tras año en agosto, para jugarse la vida por su devoción.

 

 

 

 

2 Comentarios

  1. Todavia se sigue usando a lis animales en ésto?… por mucho menos los animales fueron prohibidos en circos y zoológocos, agravado con la excusa del maltrato como ofrenda a la Virgen. Deplorable en el siglo XXI sigamos con éste circo romano.

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