¿Playa o montaña?
Playa sin dudar. Elijo la playa porque desde bebé mis viejos me llevaban a Mar del Plata y me gusta mucho el mar. Me gusta nadar, me gustan las olas, me gusta jugar con ellas. Para mí, las vacaciones sin playa no son vacaciones. No reniego de la montaña pero, si me dan a elegir, es la playa en cualquier lugar que sea, con cualquier condición que haya en el mar.
¿Qué viaje por Argentina recordás más? ¿Por qué?
El viaje que más recuerdo en Argentina fue hace muchos años, a Tierra del Fuego. Llegamos, conocimos Río Grande, y después fuimos a Ushuaia ¡Me encantó esa ciudad! Conocí la cárcel del fin del mundo, que me atrapó. Será por mi expertise pero el asunto es que la pasé muy bien; sobre todo por algunas características que son únicas como, por ejemplo, que en esta ciudad se cena con la luz del sol. En la época del año que fuimos nosotros la noche era muy corta y me pareció algo fenomenal. Siempre recuerdo ese viaje por los paseos y por esas características. Es un viaje que siempre evoco.
¿Qué fue lo peor que te pasó en un viaje?
Con un grupo de amigos decidimos ir a veranear a Mar del Plata. Pensamos en alquilar un departamento y darnos la gran vida allá. Esto fue en el verano del 73. Buscamos, en el diario, alquileres en Mar del Plata. Alquilamos uno, fuimos a ver a una señora que nos atendió en su casa, muy gentil, muy amable. Pagamos lo que teníamos que pagar como adelanto, firmamos un contrato, por supuesto, y viajamos en tren a Mar del Plata felices y contentos. Cuando llegamos, fuimos al lugar y nos encontramos con una hermosa obra en construcción. No había nada, nos habían estafado. No teníamos alternativa, no sabíamos qué hacer, estábamos desesperados. Fuimos a la policía pero imaginate que en aquella época a un grupo de pibes no nos daban ni bola. No nos tomaron la denuncia. Nos miraron como diciendo «qué manga de salames». Éramos cinco y empezamos a ver quién conocía a alguien en Mar del Plata que nos pudiera dar una mano, que nos indicara un hotel barato y así fue como terminamos en uno que, más que un hotel, era una especie de pensión, yo diría, de conventillo. Del desayuno que pensábamos tener… ¡olvidate! El hotel, por supuesto estaba todo vacío porque ¿¿¿quién iba a ir a un lugar de mala muerte como ese!!! Las puertas de las habitaciones recuerdo que terminaban cinco centímetros antes del piso. Estaba lleno de bichos. No voy a decir alimañas, pero sí bichos. Nadie limpiaba nada. Esa fue una experiencia terrible de vacaciones. Un delito que quedó impune.
¿Con quién te gusta viajar?
Depende de la época. Yo viajaba mucho con mis amigos del barrio. Éramos una banda que salía siempre junta los fines de año. Villa Gesell, Mar del Plata, Las Toninas, Santa Teresita. En esa época eran esos los lugares más conocidos, a los que iba todo el mundo. Después, con alguna novia y, más tarde, con mi mujer y, ya desde hace muchos años, con mi familia. Me gusta salir con ellos y disfrutar el verano con mi hija y con mi mujer.
¿Qué lugar de Argentina que tenga que ver con un caso criminal recomendás conocer?
Bueno, tendría que recomendar Mar del Plata, por el caso de Alicia Muñiz y Carlos Monzón. Pero voy a recomendar otro que para mí fue novedoso. Fue la primera vez que vi la montaña y la disfruté. Me acordé del caso de un juez penal que era, a su vez, un asesino, en La Rioja, en el pueblo de Villa Unión. El juez se llama Walter Sinesio Moreno y mató a un amigo al que le debía un millón de pesos. Viajé a La Rioja para hacer ese caso y quedé asombrado con el Parque Nacional Talampaya y con otras maravillas que tienen en Villa Unión y otros pueblitos cercanos. Me encantó, me impresionó. No quiero ser injusto con otras provincias que tienen atractivos turísticos y también algún caso de resonancia criminal como puede ser Mendoza u otros. Pero el Parque Nacional Talampaya me impresionó porque fue la primera vez que estuve en contacto con la montaña y realmente los paisajes son espectaculares, la vida silvestre, la flora y la fauna es extraordinaria. Así que si no quieren ir a Mar del Plata porque ya la conocen La Rioja es una opción muy buena.
Contanos alguna anécdota de viaje…
Hace unos años, yo estaba de novio con mi mujer y fuimos a veranear por primera vez juntos a Punta Mogotes. Alquilamos una casa y la primera noche salimos a cenar. Fuimos al puerto. Ella es del Chaco y en ese momento el mar era todo un descubrimiento. En mi familia teníamos una costumbre que era comer los mejillones crudos. Los abríamos, separábamos el mejillón del caparazón, lo pasábamos por aceite y vinagre y lo comíamos así, crudo. Era una tradición que nos inculcó mi papá. Mi mujer no sabía de esa costumbre, entonces, esa noche, llegamos al restaurante, nos atendió un mozo, tucumano el señor, y le pedí: «¿Le puede decir al cocinero que me prepare 10 mejillones tal cual como los tiene, sin cocinar, crudos, que los abra y le ponga un poco de aceite y vinagre?». El tipo abrió los ojos como dos huevos fritos. Mi mujer, también. El mozo trajo la bandeja con los mejillones crudos y yo empecé a comer como lo hacía habitualmente. Mi mujer me miraba raro, los otros comensales también dejaron de comer y me empezaron a mirar: era un tipo que comía los mariscos crudos. Terminé de comer los mejillones y con mi mujer decidimos pedir salmón. Llamé al mozo y le pedí salmón para los dos. El hombre dio un paso adelante, se acercó a mí, inclinó un poco la cabeza y me dijo: “¿Señor, el salmón lo quiere crudo o cocido?» .