Turismo en cuevas: Grutas argentinas hasta el fin

Turismo en cuevas: Grutas argentinas hasta el fin

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La exploración de cuevas, cavernas y grutas permite descubrir lo inesperado en el paisaje de siempre. Aquí, una vuelta misteriosa por lo mejor de las grutas argentinas.

El nombre es raro, rarísimo, y no es casual: proviene de una palabra griega (spelaiou) que significa “cueva”. Y el turismo espeleológico tiene que ver, justamente, con animarse a visitar eso que no muchos visitan: cuevas,  grutas y demás huecos subterráneos de esos que asustan a la mayoría (y seducen a todos los demás!). Es que una cueva, un hueco misterioso en la roca o una depresión en la tierra que nos conduzca más allá de lo visible siempre despierta la fantasía: ¿qué habrá ahí adentro? ¿Con qué voy a encontrarme ahí abajo? ¿Seré la primera persona en visitar este lugar o habrá sido ya refugio de otros?

Dato a tener en cuenta: no todas las cuevas tienen potencial turístico, desde ya. En las cuevas de Ongamira, por ejemplo, se dan cita varios atractivos: la zona era un lugar ceremonial de las tribus originarias y hasta el día de hoy estremece ponerse de cara a la pared, apoyar las manos contra la pared, cerrar los ojos e invocar a lo sagrado como alguna vez lo hicieron los antiguos. Cerca de allí, además, existen aleros y paredones en donde todavía pueden verse petroglifos, que es como se les dice a los grabados en la piedra hechos hace centurias. Otros lugares, en cambio, son cuevas de difícil acceso y por eso mismo no abiertas al turismo. En ellas sólo trabajan espeleólogos profesionales que cuentan con el equipo y las destrezas necesarias para meterse en las entrañas de la tierra y capaces también de “leer” en la roca las señales necesarias para saber si ése es o no un lugar seguro. A continuación, un paseo por las cuevas argentinas que uno no debería dejar de conocer, empezando por….

Cueva de las manos, Santa Cruz

Es tal vez la más célebre de las cuevas nacionales. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1998. ¿La razón? En esta cueva –una ancha boca abierta sobre uno de los altísimos paredones  del río Pinturas- encierra arte rupestre de más de 13.000 años de antigüedad. Más allá de los archi fotografiados positivos y negativos de manos realizados por las tribus nómades que se guarecieron allí para soportar el crudo inverno patagónico, la cueva cuenta también con otra clase de diseños más abstractos. Ya no son animales –como los más antiguos- ni manos sino círculos, óvalos y líneas dibujados por nuestros ancestros humanos. Visitar la Cueva de las Manos es, definitivamente, una experiencia movilizadora.

Caverna de las brujas, Mendoza

Queda en Bardas Blancas y debe su nombre- según cuentan los locales- a que durante la guerra entre españoles y nativos estos se refugiaban en la noche en la cueva y encendían sus fogatas. El reflejo de las llamas sobre las paredes, visto desde lejos (y desde la perspectiva particular de los recién llegados a América) dibujaba contornos de “brujas” imaginarias, supuestamente reunidas para hacer el mal. En realidad, se trataba de aborígenes tratando de calentarse, pero ese es otro tema.

Esta cueva está dentro de la Reserva Natural Caverna de las Brujas, sobre la Ruta 40, en Malargüe. ¿Cuándo se puede visitar? Durante todo el año (atención que hay que llevar abrigo extra en los meses de invierno, porque la caverna es helada) y lo bueno es que hay visitas guiadas. ¿Lo importante? Entender que ese espacio debe ser respetado y protegido, porque a la Naturaleza le tomó milenios crear un sitio como asi. Pensemos que un centímetro de estalactita tarda exactamente un milenio en generarse y la única manera de poder seguir disfrutando de ellas en el futuro es que todos preservemos esos lugares.

 

Cuevas de Wanda

Quedan al norte de Misiones, en el departamento de Iguazú, y son ideales para visitar cuando vayas a conocer las Cataratas. Recorriéndolas, se toma plena conciencia de la verdadera antigüedad de la famosa meseta misionera. Porque sucede que el basalto –antiquísimo- que sostiene la masa de tierra colorada que vemos en las fotos es también el que (tras procesos químicos que toman millones de años) terminó convertido en las ágatas, turquesas, cuarzos y todo lo que relumbran en las Cuevas de Wanda. Este es un paseo lindísimo para hacer en familia (los chicos alucinan con el brillo de los minerales) y para quien quiera llevarse un recuerdo en ese mismo lugar se venden artesanías y bijou realizada con las piedras semipreciosas extraídas de la caverna.

 

Cuevas  de Ongamira

Ubicadas a 122 km de la capital provincial y en el valle cordobés de Punilla, estas cuevas de tono rojizo no sólo son impactantes por la altura de la formación rocosa en la que se encuentran sino también por la historia que encierran. Pueblos antiquísimos (culturas que datan de cinco milenios atrás) habrían usado las cuevas como refugio. Por eso allí se descubrieron desde elementos rituales hasta enterramientos y grabados ceremoniales en las paredes. Más adelante, comechingones y sanavirones ocuparon la zona, siendo exterminados por los invasores españoles hacia finales del siglo XVI. En las Cuevas de Ongamira todavía se respira un aire mágico y místico. Y resulta imposible no formular algun pedido, con los ojos cerrados, en silencio y de cara a la pared frente a la cual también rezaban los antiguos.

 

¿Sabías que…

Al enterarse de la masacre de mujeres y niños en lo alto de las Cuevas de Ongamira, en 1575, definió a ese sitio como “el lugar más triste del mundo”?

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