Tras los pasos del Libertador

Tras los pasos del Libertador

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Foto: Cabalgatas Andinas Facebook

¿Siempre soñaste con hacer el cruce de los Andes pero te pareció una idea loca o imposible de concretar? Sin embargo, y desde hace años, diversos prestadores turísticos realizan esta travesía. Vos, ¿te animarías? Para que juntes coraje, acá te pasamos las claves.

El cruce de los Andes tal vez sea la forma de heroísmo más memorable de toda nuestra infancia, porque más o menos desde que entramos al jardín de infantes (eso que debe llamarse “educación inicial”) vivimos a la sombra de esa idea inaudita: armar un ejército, dotarlo de caballos y de mulas, subirlo a la Cordillera y hacerlo descender del otro lado de las montañas, para luchar contra un enemigo mejor pertrechado y mucho más descansado.

Foto: Hontravel Facebook

La hazaña cumplió, en 2017, su bicentenario y no pocos se entusiasmaron este verano con repetir el cruce. Pero la práctica no es nueva, ni de circunstancia. De hecho, hace  unos años que las  llamadas “Cabalgatas sanmartinianas” se han vuelto una alternativa atractiva para gente de todas las edades y por las razones más variadas. Eso sí: los costos no son accesibles y un paseo como éste (de entre ocho y once días, con comida, montura y guías incluidos) no baja de los $ 20.000, a lo que debe sumarse además los aéreos hasta Cuyo.

Foto: Cabalgatas Andinas Facebook

Pero los convencidos siguen yendo. ¿Por qué? Digamos que a algunos lo que los conmueve es justamente la idea de revivir la más épica hazaña de los patriotas, con el general José de San Martín a la cabeza; a otros, es la idea misma de subir a más de 4.000 metros, a caballo y al paso lo que los emociona; a otros más lo que los mueve es  naturaleza salvaje de la cordillera, en donde cada plan que podamos haber hecho queda supeditado a lo que la montaña mande porque los cambios de viento o de temperatura pueden postergar el cruce hasta nuevo aviso. A otro grupo, para nada menor, lo que lo pone arriba de un caballo y con dirección a los Andes es un desafío personal: quieren medirse con la montaña y con ellos mismos. No cualquiera soporta jornadas de ocho o doce horas sobre la montura, expuestos al frío, al sol y a la incomodidad, así el caballo vaya al paso.

Como te imaginarás, cruzar los Andes no es para cualquiera. No es, por caso, para menores de doce años, para personas con problemas graves de sobre peso ni para mayores de 65 años con problemas de salud. Pero, hechas esas excepciones, el cruce no exige un entrenamiento físico en especial. Sí tenés que saber montar, tener cierto grado de resistencia y, desde luego, estar dispuesto a adaptarte a situaciones tan novedosas como dormir con dos o tres extraños en una carpa, no tener acceso a la señal de teléfono celular por días ni poder bañarte durante todo ese tiempo, que va de una semana a once días, según la clase de travesía que hayas elegido hacer. ¿Por dónde se cruza a Chile? Por distintos pasos (Piuquenes, Planchón, Los Patos) que implican distintos niveles de esfuerzo pero también más o menos días para completar la expedición.

Foto: Hontravel Facebook

Prestadores hay varios, y en general el cruce más tradicional se hace saliendo desde Mendoza por los pasos Valle Hermoso –Valle de Los Patos. Es por este último paso por donde cruzó el general San Martin. Lo recomendable es analizar todas las propuestas antes de decidirte y de preferencia pedir recomendación a amigos que hayan cruzado antes: nadie como alguien que haya estado ahí arriba, con ese frío y de noche para decirte cómo te vas a sentir. Pero, como generalidad, lo que se recomienda es viajar acompañado: pareja, amigos, grupos familiares son la opción mejor para vivir y disfrutar de una experiencia difícil de transmitir si no se la ha vivido.

Tené en cuenta también que el cruce sólo puede hacerse en verano, entre enero y marzo porque es en esa “ventana” de tiempo cuando los Andes se muestran algo más amables. En cuanto al recorrido, está organizado en una serie de paradas en las cuales algunas veces les tocará dormir en un refugio de montaña y otras, directamente en una carpa tipo iglú, llevando a cuestas todo lo necesario para comer, higienizarse o descansar.

Las bolsas de dormir de hecho deben ser las más abrigadas (para temperaturas bajo cero) porque en la montaña, cuando el sol se pone, es como si todo el calor del mundo desapareciera con él, hasta el otro día. Dato clave también éste del sol: hay que cuidarse de él tanto como del frío y del viento porque a tantos metros sobre el nivel del mar se pone dañino como nunca. Por eso, entre los petates a llevar, no hay que olvidarse del sombrero de  ala ancha, el pañuelo para el cuello y la pantalla solar.

Cargando el peso, vale aclararlo, no van los caballitos sino mulas, como en 1817. Estos animales son mansos, fuertes y –como sucede con la montura de montaña- no pierden la calma ante riscos, precipicios ni caminos con excesiva pendiente. La compensación para semejante esfuerzo será, en el caso de los humanos, un viaje fuera de serie y la posibilidad de lograr fotos únicas de lugares que no han sido vistos por demasiados ojos.

Foto: crucedelosandes.com.ar

Por la noche llega, eso sí, la recompensa: después de salir a buscar leña, se arma un fogón gigante y se come al calor del fuego y de las brasas desde la típica “comida de campamento” (fideos con tuco, arroz con pescado y cuanta cosa pueda salir de una lata o un paquete) hasta el clásico asado con cuero. Las mateadas también están a la orden del día y ayudan a calentar las manos y estimular las ganas de contar de los baqueanos que hacen de guía en ese viaje. El cielo estrellado, de noche, quizá sea la mejor postal de un viaje como éste, que año tras año emprenden centenares de bravos jinetes andinos, tras los pasos del Libertador.

¿Sabías que…

A diferencia de lo que sucedía en lo bravos días del cruce de los Andes realizado por los patriotas, las expediciones de hoy pueden ser seguidas desde un satélite y seguidas desde cualquier lugar del mundo?

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