Tafí del valle está a 126 kilómetros de San Miguel de Tucumán. En esa distancia que se recorre en apenas una hora y minutos de viaje, podés ver un sinnúmero de paisajes y disfrutar de varios sabores. Acá te contamos cinco puntos fuertes para que vayas preparando los sentidos.
La selva
La yunga en esta parte es verde, exuberante y se impone. A medida que subís por la ruta, sea en auto o en colectivo, podés ver cómo a los costados se muestra en todo su esplendor. Verde, verde y verde. Si podés, abrí la ventanilla y respirá. De a ratos, podés divisar el río que corre sobre rocas y algunas cabras pastando a los costados (cuidado, los automovilistas, porque están sueltas y hay que ir con precaución). Viene bárbaro hacer una parada estratégica en el mirador de El Indio, que permite también comprar algunas artesanías, algunos alfajores y luego seguir viaje. No te olvides de sacarte la foto con la gran estatua del indio, mirando la inmensidad de la yunga, claro. Es un clásico.
Tafí
Llegás a este valle y el paisaje cambia. El verde se apacigua. Las casas de piedra aparecen y se ven los turistas que pasean por la zona. Los cerros lo rodean todo y sentís que estás a resguardo. Si saliste temprano, acá llegás al mediodía y podés almorzar locro o empanadas. Un obligado: tomar una Mirinda de manzana con gas, una bebida que se toma en esta zona en todos los bares. Y luego de comer, te podés perder por el pueblo, y caminar por sus calles, o sentarte a la vera del río y tomar un poco de sol. Otra buena opción es ir al Museo de los jesuitas, uno de los más viejos de Argentina, donde podés seguir el rastro de la colonización y su mixtura con la cultura de los nativos. Es un recorrido breve, de unos veinte minutos, guiado por gente del lugar. Ahí podés encontrar hermosos tejidos, y unos jabones envueltos en telares que vienen bárbaro para llevar de regalo.
Los Menhires
Cuando te vas de Tafí, a muy pocos kilómetros, está El Mollar. Ahí, en ese pueblo cercano, luego de cruzar el dique en el que pastan tranquilos los caballos, encontrás un ritmo diferente, con menos turismo foráneo y más color local. En ese mismo lugar hay una reserva arqueólogica: Los Menhires. Hablamos de un conjunto de tótems que estaban diseminados por todo el valle y que habían sido construidos por los nativos. Aquí reunidos permiten conocer más de una cultura que dejó su huella. Son piedras de granito talladas y reubicadas acá, en este rincón del departamento de Tafí.
La Quebrada del Portugués
Seguís el camino de tierra y te perdés en la quebrada verde. La Quebrada del Portugués es una reserva natural que se arma entre pendientes y alturas. Ya atardece si hiciste todo el recorrido. Ahí podés parar al costado del camino y tomar mates viendo cómo el sol se pone lento y calmo en el medio de la inmensidad, detrás de las montañas. Fue uno de los principales pasos de los españoles que venían de Perú en tiempos de la conquista.
Quesillo para la vuelta
En la salida de Tafí, cuando emprendés la bajada por la yunga, encontrás varios puestos. En ellos, además de las artesanías típicas encontrás pan casero, pan con chicarrones, dulce de cayote y quesillo. Super recomendado este último, un queso en tira tierno y de sabor suave, que queda bárbaro acompañado por el pan.