Descubrí esta ciudad dormida en el tiempo

Descubrí esta ciudad dormida en el tiempo

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Foto: santafelavieja.gob.ar

Una ciudad detenida en el tiempo y magníficamente preservada es el sueño de todo arqueólogo. Ese sueño se cumple en Santa Fe la Vieja, hoy reconvertida en un parque para visitar. ¿Ya fuiste?

Es el auténtico sueño de Indiana Jones: una ciudad abandonada en su esplendor, a casi cien años de su fundación y, desde entonces, cubierta por el polvo y el olvido. Hasta que a mediados del siglo XX un apasionado de la historia, Agustín Zapata Gollán, decidió rescatarla y devolverla al sol. Así fue como Santa Fe la Vieja, la mítica ciudad fundada por Juan de Garay en 1573, comenzó a revelar que seguía  viva debajo de las calles, las plazas y los pajonales. Viva y lista para ser desenterrada. A esa tarea se consagró Zapata Gollán durante años.

Hasta ahí, la historia que todos conocemos: que a Santa Fe de la Vera Cruz –hoy próxima a la localidad balnearia de Cayastá– la rescató de olvido un historiador apasionado. Como pasó alguna vez con Troya, la ciudad dormida debajo de la ciudad actual comenzó a revelar sus secretos, sus colores, su vida cotidiana. El investigador y sus sucesores terminaron exponiendo al sol las bases de muchos edificios (casas, la iglesia, y adentro de ella una serie de tumbas) pero también (y más importante todavía) demostrando que aquella había sido realmente una gran ciudad. Un asentamiento español a principios del siglo XVI, con una extensión cercana a las 140 hectáreas y con una vida social muy animada. Sus vecinos usaban platos pintados, tenían varios utensilios de metal, se entretenían jugando a muchas cosas. Y parte de esas vidas estaba todavía ahí, esperando a ser recuperada.

Las excavaciones iniciadas en 1949 terminaron con ese descubrimiento asombroso y con la expropiación de las tierras, cuyo contenido fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1957. Pero hoy aquella antigua locación dedicada exclusivamente a la investigación histórica y arqueológica se abre al público en general: todos podemos ir a disfrutarla. Salvo los lunes, hay visitas todos los días, en la mañana y en la tarde. Los fines de semana el horario cambia según la estación (pero siempre es posible recorrer el lugar) y las visitas guiadas despejan dudas y revelan al visitante muchas curiosidades arquitectónicas y sociales de aquella ciudad creada por Garay.

¿Para quién es recomendable un paseo como éste? Para los interesados en la historia, desde ya, pero también para los que somos simplemente curiosos y nos gusta saber cómo vivía la gente en el pasado. A todos- en especial a los chicos- les cuesta imaginar un mundo sin celulares ni tablets así que ¿cómo no va a asombrarlos saber que la gente de antaño se entretenía jugando a los dados, a las cartas o asistiendo a una pelea de gallos? También sorprende hasta hoy contrastar las formas y los materiales empleados para la vajilla de todos los días. ¿Qué chico podría imaginarse, por ejemplo,  que ésta era una botella?

Y lo mismo vale para todo lo demás: los platos, las pipas, las cucharas. Todo es igual, y diferente. Además, a los más chicos los impacta especialmente imaginar cómo se vivía en ese universo sin agua corriente ni caliente, sin gas para calentarse y sin nada parecido a una pantalla. ¿Cómo se iba al baño? ¿Cómo se transportaba el agua?¿Cómo se deshacían de las suciedades? Objetos como esta bacinilla ayudan con las respuestas.

Pero, además, otra cosa muy interesante de esta propuesta es que -como fue concebida como un proyecto educativo y de inmersión- hay espacios tales como la casa de Vera Muxica que permiten conocer –literalmente, desde adentro- cómo era una vivienda real de aquellos días y por qué era como era. El huerto en la casa  de Vera habla precisamente de un tiempo en el que la comida no brotaba “mágicamente” de una verdulería ni de la góndola de un supermercado.

Lo interesante es que el lugar cuenta con una audio guía que recrea los sonidos del sitio y además explica de dónde provenía cada elemento usado en la casa, ya sean los muebles de madera o cómo la paja era el material más usado para armar los techos. Pero, y a todo esto, ¿quién era Vera Muxica? Rafaela Vera Muxica fue la esposa de un virrey y tuvo existencia real, pero nunca habitó en esta casa. Se trata pues de una reconstrucción ambientada de una vivienda de clase alta de la primera mitad del siglo XVI (una como ésa en la que sí vivió Vera) y el objetivo es logra que el visitante realmente se sienta como si estuviera “espiando” a la gente de aquellos días.

¿Qué más se puede visitar? Sobreviven también algunas partes de la Plaza de Armas, allí en donde se instalaba el rollo de la justicia y sucedía lo más trascendente de la vida social del pueblo. Los castigos a los delincuentes, la lectura de bandos reales, las exhibiciones militares, todo lo que pasaba en Santa Fe pasaba por este rincón recostado sobre el rio y en donde todavía se puede ver un grueso tronco de árbol replicando al original.

Como cierre del paseo, una de dos: se puede hacer una visita al Museo del Sitio (en donde se recogen todos los elementos recuperados por Zapata Gollán a lo largo de sus excavaciones) o bien aprovechar y disfrutar del río y del pequeño muelle. O, mejor todavía, hacer las dos cosas y entender que el Parque Arqueológico Santa Fe la Vieja es una maravilla para disfrutar con todos los sentidos.

¿Sabías que…

La casa de Vera Muxica fue especialmente ubicada en donde no había restos arqueológicos que pudieran ser dañados? La obra fue financiada por dos organizaciones, una argentina y otra española.

 

 

 

 

 

 

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