Ongamira: Pasaje al valle encantado

Ongamira: Pasaje al valle encantado

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Montes para conocer a caballo, una estancia para reponer energías y todo en el atractivo de un destino inexplorado bastan para poner rumbo al valle encantado. El de Ongamira, en Córdoba, claro.

Su misterioso nombre significa, en lengua local, “energía de todo lo creado”. Y el valle de Ongamira  (a 122 kilómetros de Córdoba capital, al norte del Valle de Punilla, a sólo 35 kilómetros de Capilla del Monte) hace honor a esa denominación. Es, en su salvaje pureza, energía en todas sus formas: aire, piedra, montaña y verde. Pero quizá la mayor de sus maravillas sea su condición de secreto, porque no son muchos los que se aventuran hasta ahí. Eso sí: los que lo hacen, terminan volviendo siempre.  Y los que no, se pueden conformar mirando los cuadros (los cielos celestes, los campos verdísimos) que alguna vez creó el famoso pintor Fernando Fader, un amante rendido de este lugar.

 

¿Qué es exactamente Ongamira? Digamos que un valle, unas serranías, una serie de cuevas, una estancia increíble y también una historia dramática y olvidada: la de sus pobladores originarios.  Vivieron aquí, hace miles de años, culturas de las que (como la ayampitin) ya no ha quedado nada. Pero más cercano  en el tiempo habitó  esta tierra extraña (que combina valle con lomadas y promontorios de piedras rosáceas) el pueblo comechingón.

Era una tribu que en 1574, cuando los españoles pisaron estas tierras, presentaron feroz batalla. Se refugiaron en las alturas (las mismas que hoy visitan los viajeros) y cuando ya no pudieron resistir más el ataque de las armas de fuego, tomaron una decisión terrible: el suicidio en masa. Decenas de ancianos, hombres y mujeres con niños en sus brazos se lanzaron al vacío desde lo alto. Durante una visita al lugar, el poeta chileno Pablo Neruda conoció la historia y quedó impactado. Tanto que definió a Ongamira como “el lugar más triste de la Tierra”. Y así lo recuerda hoy una placa que todavía puede verse en el lugar.

Aire y piedra

 

Pero toda esa tragedia secreta no disminuye la belleza ni la energía que se respira en el lugar. Recorriéndolo, uno tiene la sensación de estar visitando un mundo antiguo, y  no es casual: esta zona se formó hace millones de años, durante el período Cretácico. Por eso, entre otras curiosidades, en las piedras de Ongamira se han detectado caracoles marinos, y todavía hoy puede verse en ciertas paredes de las serranías la huella del mar. ¿La razón? Todo esto que hoy se alza aquí fue, alguna vez, el lecho del océano. Después, y a lo largo de millones del años, el viento fue haciendo lo suyo y esculpiendo las piedras de formas por demás curiosas.

¿Un  ejemplo? Los guías del lugar muestran un sitio llamado “Perfil del indio”, al que se accede trepando varios metros por la piedra y llegando hasta un mirador. Allí, enfocando la vista en una dirección precisa, se ve cómo las líneas de la piedra imitan el perfil de un rostro humano.

¿Qué se puede hacer en esta zona de Ongamira, marcada por los ascensos en la piedra y las paredes casi verticales? Para los amantes de la adrenalina,  aquí puede disfrutarse de días enteros practicando escalada en roca, rapel y tirolesa. Para esto, hay que contar con guías que garanticen la seguridad de la experiencia.

El Paraíso al galope

 

Abajo, en el valle, una hermosa y antigua estancia de 2.300 hectáreas (hoy  rebautizada Dos lunas y reciclada en spa y lugar de descanso para viajeros de todo el mundo) es el único rastro humano en miles de hectáreas a la redonda. En el lugar no sólo se puede disfrutar de vistas maravillosas (el establecimiento, hoy reciclado en “estancia boutique”, está literalmente en el “regazo” del valle) sino también de cabalgatas para no olvidar. El lugar se especializa en la materia y cuenta con animales que parecen disfrutar del paseo tanto como los humanos. Lo bueno es que al final del día, si uno está alojado en la estancia, no sólo puede acceder a una cocina maravillosa a cargo de jóvenes chefs, sino también al verdadero secreto de Ongamira: una noche azul y envolvente,  tachonada de estrellas. Como en el principio del mundo, pero acá nomás.

 

¿Sabías que….?

Las llamadas Cuevas de Ongamira eran un lugar de ritos y celebraciones para los comechingones que vivían en el lugar? No dejes de hacer tu pedido a la montaña apoyando tus manos y tu frente contra la pared rosada. Dicen que la montaña siempre escucha.

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