¿Te pasó? Las peores experiencias de hospedaje

¿Te pasó? Las peores experiencias de hospedaje

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Por Quena Strauss

¡Levante la mano el que nunca tuvo un viaje espantoso! ¡Levante la mano el que nunca contrató un hotel que terminó siendo una pocilga! ¿Nos reímos juntos de los viajes para olvidar?

Es simple, los viajes pertenecen sólo a dos categorías: los inolvidables y los pesadillescos, los que no vamos a poder olvidar por lo espantosos que han sido. Por eso, si amás viajar y tenés  varias horas de vuelo en tu haber (no importa si por Argentina o alrededor del mundo) seguro vas a identificarte con alguna de esas escenas dantescas que definen a un mal viaje, empezando por….

La habitación del terror

Este es un clásico: Llegás al hotel y…¡sorpresa! La habitación que habías reservado (y por razones tan absurdas como la llegada de una comitiva coreana, tareas de mantenimiento, incendio o el ataque inesperado de una bandada de chimangos) es reemplazada por otra, casi siempre más chiquita, más incómoda y más o menos a tres kilómetros del salón comedor. No llega a ser una habitación como las de un hotel cápsula en Japón pero le pega en el palo.

¿Algunas variantes de esta tremenda experiencia? La Habitacion Olorosa (por alguna inexplicable razón, ¡apesta!) y El Refugio de los Ruidos, entre otras. En este último caso, tu cuarto de hotel (cerca de los ascensores, la cocina o al gimnasio) se convierte en la caja de resonancia de todo el edificio y vos no podés pegar un ojo.

Pesadilla en el baño

Si es verano, el agua de la ducha no sale…¡o sale como para pelar chanchos! Si es invierno, por el contrario, cada gota que caiga sobre tu espalda vendrá del Artico y vas a morir por congelamiento si no llegás a vestirte en menos de dos minutos. Otros detalles horripilantes en la zona húmeda de tu cuarto de hotel pueden ser algunos de los siguientes (cuando no todos juntos, como también nos ha pasado):  canillas que gotean y no te dejan dormir en toda la noche,  grifos misteriosos ( e inubicables) que empapan el piso y convierten al baño en una especie de “piscina indoor” de bajo presupuesto,  luces que no andan o bien dan patadas, secadores de pelo que tampoco y otro clásico y muy poco glamoroso detalle: la falta casi permanente de papel higiénico. ¿No es fino?

Mi vecino, el insecto

Amamos los animales sí, pero claramente no colgando del techo mientras dormimos, acechándonos en un rincón ni parapetados en el piso de la bañera para saltar sobre nuestro dedo gordo apenas pongamos un pie en la ducha! El Hotel del Terror promedio, sin embargo, suele ofrecer una amplia variedad de artrópodos y dípteros como para que te sientas como en casa (de Spiderman!)

¡Fuera, tradicionesl

También te habrá pasado: llegás  a un lugar apenas después del mediodía y es como si hubieses caído en uno de esos pueblos fantasma del lejano oeste, esos en lo que lo único que parece moverse es un cardo gigante, seco y redondo. ¿Qué pasó? Nada, es sólo que caíste en alguna de esas provincias (sobre todo del NEA, de Cuyo o del NOA) adonde la siesta todavía es sagrada y todos (negocios, instituciones y hasta profesionales) se van a descansar a esa hora. Olvidate pues de encontrar un bar abierto o algun lugar adonde ir a comer, porque no existe.  Están todos roncando a pata suelta y no van a dejar de hacerlo hasta por lo menos las cuatro de la tarde. Esta simpática  costumbre a veces también se hace extensiva a los hoteles, por lo que más vale que no tengas nada demasiado planificado para ese momento en el que hasta el conserje se va a estar en brazos de Morfeo.

La maldición grupal

Pasa sobre todo si vas con una amiga o directamente sola a un hotel: por alguna razón misteriosa (y sin dudas bien intencionada) el personal se siente obligado a “integrarte” a alguna actividad grupal, presuponiendo que si estás solo o sola debés estar aburriéndote cual celenterado. Y, así no sea verdad y te incomode horrores tener que ponerte a charlar con perfectos desconocidos, todo el mundo querrá “animarte”, darte charla, hacerte bailar, invitarte a participar de torneos de tute, campeonatos de ahorcado, maratones de baile de la escoba y varios espantos más. Si tu plan era descansar, dormir, tomar sol o leer, fuiste: la Maldición Grupal no te dejará sola ni a sol ni a sombra y vas a tener que levantarte a desayunar bien temprano para zafar de la peste integradora. Si todavía no te pasó, festejá. ¡No sabés de la que te salvaste!

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