¿Siempre te gustó la idea de salir a andar en globo? Estás de suerte, porque hoy es cada vez más fácil conocer tu tierra a cientos de metros de altura. ¿La data? Acá
El sueño es antiguo: ver un paisaje que nos maravilla desde el aire, como los pájaros. Pero no desde esa perspectiva casi astronómica de los jumbos sino desde una altura más amable. Más humana: cien, doscientos, trescientos metros, y sólo impulsados por las brisas del día. De todo eso precisamente trata andar en globo: de levantar vuelo casi sin darnos cuenta y, una vez en lo alto, dejarnos llevar por las corrientes de aire.
Hasta hace algunos años, el sueño de remontar vuelo sobre nuestros paisajes favoritos era precisamente eso: un sueño, algo que sólo estaba al alcance de los pocos iniciados en esta práctica. Hoy, en cambio, es usual que en el menú de opciones de las empresas dedicadas al rubro de los “regalos originales” figure al menos un paseo en globo aerostático.
A partir de eso, el motivo es lo de menos: hay quienes eligen la experiencia para sorprender a sus parejas para algún aniversario o bien grupos de amigos que vuelan para vivir la experiencia del bautismo juntos. Hay también abuelos que deciden llevar a sus nietos en ese paseo y hasta hombres que piden la mano de sus novias de un modo original y por eso mismo se declaran a 400 metros del suelo.
Pero, atención: para poder acceder a esta experiencia es necesario tener más de cinco años (los bebés no pueden subir a la canastilla. Tampoco las embarazadas), buen estado físico general (nada de cirugías recientes, nada de enfermedades limitantes, nada de problemas en las rodillas, brazos o caderas porque hay que subir a la canasta, luego bajar de ésta y puede que también caminar bastante dentro de algún campo) y, sobre todo, entender que “donde manda piloto no manda pasajero”.
En efecto, aquí el piloto es el amo y señor porque él es quien está capacitado y entrenado para leer las señales en el clima que auguran un viaje feliz. Ergo, ante posibilidades de tormenta, exceso de nubosidad de complique las cosas o peligrosas ráfagas de viento, el viaje se suspende. Así de simple, por lo que conviene tenerlo en claro desde el vamos.
¿Dónde se puede vivir semejante experiencia? En la provincia de Buenos Aires, por caso, hay prestadores que ofrecen un “vuelo de bautismo” de entre media y una hora, dependiendo todo del clima. En Mendoza, más precisamente en Maipú, la tradicional familia Zuccardi propone una opción que viene despertando fervores desde hace casi una década: un recorrido en globo sobre sus viñedos de Beltrán. El programa se llama Vení a volar y durante el mismo un colorido aerostático sobrevuela (sin alejarse nunca demasiado de las viñas porque se encuentra de un vuelo cautivo. Esto es, de un globo amarrado a tierra) las cuarenta hectáreas de la finca, mientras se disfruta en la altura de una deliciosa copa de espumante. No es será el paraíso, pero se le parece bastante, sobre todo cuando uno (estando ahí arriba, colgado entre el cielo celeste y los Andes) pierde hasta la noción del tiempo.
En la Patagonia, los vuelos en globo aerostático tienen una “contra” fatal: la presencia constante del viento, sobre todo en el área de la estepa, ese lugar plano y desolado por donde las ráfagas que soplan desde el Atlántico corren desaforadas. Distinto es el caso si vamos al oeste, hacia los Andes patagónicos. Allí, de hecho, el tres veces campeón argentino de vuelo en globo Nick Brau (piloto comercial y parte de la firma de vuelos en globo Garuda) ofrece alternativas de vuelos en Bariloche y Pampa La Linda: publicitarios, documentales y desde luego también vuelos particulares. Eso sí: como lo aclaran desde el vamos incluso en la página institucional de la empresa, volar en un aerostático no es lo mismo que tomarse un avión.
¿Por qué? Porque en un vuelo de este tipo el que manda es el clima (no los pasajeros, no las ganas, no el piloto) y es muy probable que haya que esperar días hasta que las condiciones sean las ideales para despegar. Un pronóstico de nevadas o de vientos obliga a demorar la travesía y es por eso que los mismos organizadores dicen que es mejor pensar una experiencia como ésta no como un viaje sino como una expedición, en donde el factor suerte será también parte del equipaje.
Pero si uno no quiere alejarse tanto de la Capital Federal, por caso, no por eso tendrá que renunciar al placer del vuelo en globo. Como de detalla en la página especializada en el tema www.globosaerostaticosargentina.com.ar, hay salidas que se hacen desde un campo en Capilla del Señor y duran-dependiendo de los vientos- entre media hora y cuarenta y cinco minutos.
También es posible vivir la experiencia a sólo 60 kilómetros de Buenos Aires. En Luján, más precisamente, en donde la empresa www.flotarenglobo.com ofrece vuelos de bautismo en los mejores horarios: el amanecer y el atardecer. Luego del vuelo, de cerca de media hora (y en el que se puede apreciar desde el aire a la Basílica de Luján y todos los campos aledaños) se otorga un certificado de vuelo. Aunque, la verdad sea dicha, lo más inolvidable de una experiencia como ésta no cabe en ningún papel.
¿Sabías que…
Para viajar en globo la ropa cómoda es de rigor? Nada de sandalias ni prendas ajustadas, porque a la hora de subir y bajar necesitas estar tan libre como sea posible.