El Museo de Ciencias Naturales de La Plata es un paseo clásico de las vacaciones de invierno. Lo bueno es que se renovó y que ofrece propuestas para recorrerlo todo el año. Mirá.
El edificio del Museo Nacional de Ciencias Naturales de La Plata tiene una imponencia que habla de un tiempo ya pasado. Una época en la que un museo como éste (gigantesco, altísimo y repleto de maravillas) generaba asombro en grandes y chicos. La pregunta será entonces si también los chicos de hoy (rodeados de pantallas, dispositivos y datos) seguirán asombrándose como lo hicimos alguna vez nosotros frente a los huesos de un diplodocus, las gigantescas estrellas de mar o los sarcófagos egipcios que se exhiben en sus salas. La respuesta es una y clara: sí. Definitivamente sí.
Esto se debe sobre todo a que (conservando sus maravillosas colecciones de insectos, mariposas, tejidos y huesos de dinosaurios y otros bichos remotos) el célebre museo ha sabido aggiorarse y en más de un sentido. Además de que la entrada es accesible ($ 40 cada adulto, pase libre para menores de 12 años y entrada gratuita para jubilados y estudiantes que acrediten su condición), todo lo que antes se reducía a pagar la entrada y, con suerte, sumarse a alguna visita guiada, hoy se vuelve mucho más interesante e interactivo. De hecho el museo cuenta con un aula interactiva cuyos equipos donó la empresa Samsung y en la que los chicos pueden discutir y procesar de un modo mucho más ágil y atractivo lo visto en las veinte salas de exposición.
Además, si hace décadas que no pisás el museo te vas a sorprender porque el cambio en el enfoque con el cual se consideran y analizan las diferentes piezas es notable. En el pasado, se exhibían incluso momias de bebés aborígenes como si fuesen “atracciones” museísticas. Hoy, en cambio, la concepción y el lenguaje son otros y se muestran las diferentes culturas con respeto y sin caer en shows macabros. Por eso a la sala de Etnografía se la llama Espejos culturales y refleja no sólo el pasado sino el presente de las diferentes etnias que habitan en nuestro país, sin evitar la mención de los actuales conflictos territoriales y de derechos que enfrentan.
Si vas con chicos, valga el juego de palabras, te sugerimos empezar por los más grandes. Los “dinos”, sí. Siempre es un gusto escuchar el “Waaaa” que sale de la boca de sus bocas cuando ven, colgando desde el techo de la sala de Paleontología a la réplica del esqueleto de un diplodocus, en toda su enormidad y como si el gigante estuviera todavía ahí. Alucinan además mirando los restos y las réplicas de la muestra Grandes mamíferos sudamericanos del Pleistoceno. Entre ellos, el Esmilodonte y el Estegomastodonte, dos criaturas gigantescas que supieron pasearse por nuestras pampas más de 20.000 años atrás.
Super interesantes resultan también las piezas exhibidas en la sección Arqueología, en especial las pertenecientes a las más antigua culturas sudamericanas. Para los chicos de los últimos años de escuela primaria esta clase de objetos no sólo son atractivos por su tamaño (hay aquí piezas realmente ENORMES) sino porque los sorprende que sea a través de esa clase de piezas como llegamos a conocer las formas de vida de pueblos que no tuvieron escritura. Así, se puede comenzar a discutir cuestiones centrales de la historia de una manera divertida y que, además, se convierta en un recuerdo difícil de olvidar.
En la sala de Antropología hay, entre otras cosas, un paquete funerario egipcio y una pequeña momia venida del exterior pero ya no están exhibidos restos humanos de las comunidades originarias de Argentina. Como se explica en la página institucional del museo, “El Museo de La Plata decidió, en 2006, retirar de exhibición los restos humanos que no contaran con el consentimiento de su comunidad de pertenencia. Esta decisión fue motivada por pedidos de los pueblos originarios, la sanción de la ley nacional 25.517 y las recomendaciones internacionales de ética para museos”. De hecho, en 2006 se restituyeron a la comunidad Aché los restos de una niñita raptada a los tres años de su comunidad. La nena, a la que sus captores bautizaron Damiana, murió a los quince años y su cabeza fue cortada y enviada a un museo en Alemania. Finalmente, tras el reclamo de devolución, el cuerpo fue reconstituído y la chica -rebautizada Kryygy- descansa hoy en un bosque, con su gente.
Claro que de las 20 salas de exposición que hay en el museo, quizá ninguna otra despierta tanta curiosidad como la Sala Egipcia. Allí se pueden ver distintos objetos funerarios y también dos sarcófagos con sus correspondientes momias: un hombre y una mujer. Fueron en vida dos personas comunes en el Antiguo Egipto y por eso sus ataúdes no son de oro ni de plata sino de madera, aunque muy decorados. Los donó al museo Dardo Rocha, quien soñó esta ciudad en medio de la pampa.
En la sala egipcia, valga la aclaración, no hay réplicas sino originales, donados al gobierno argentino por el gobierno de Sudán. Son en total 40 piezas y hay entre ellas desde estatuillas hasta estelas funerarias y otros objetos que muestran jeroglíficos. Como parte de la actualización, la cuenta no sólo con información para no videntes e hipoacúsicos sino también con un libro digital para seguir explotando los secretos alrededor del Nilo. ¿Qué tal?
¿Sabías….
Luego de la autodenominada “Campaña al desierto” varias familias aborígenes fueron retenidas en el Museo de la Plata? Allí murió de hecho el cacique tehuelche Inacayal.
Está en el Paseo del Bosque, cerca de la Avenida Uno. Podés ir en auto, en micro o en tren. En las dos estaciones hay líneas que te dejan bien cerca. Más info: http://www.museo.fcnym.unlp.edu.ar/
Y si te gustan los museos, te invitamos a ver estos imperdible al lo largo de Argentina: