Llamala flor de Mburucuyá, mburukuja o pasionaria. Todos esos nombres son válidos para hablar de esta belleza que asoma a veces en rincones inesperados pero que en provincias como Corrientes, por ejemplo, es parte de la identidad local. Tiene en sus pétalos, en sus serpenteos para enredarse en muros, otras ramas, otros postes, mucho de leyenda e historia cultural. La vemos en el litoral y también en Buenos Aires. Según la zona, su fruto se utiliza para decoración y para usos medicinales. Hoy te proponemos enredarnos un poco en la exótica historia de la flor más bella del litoral.
Tiene, como corresponde, una leyenda que guarda dolores: en la suya, son varias. Una: un sacerdote, en tiempos de la colonización religiosa, encontró a una niña refugiándose de las garras de un yaguareté y el cura se ofreció como presa para lograr salvarla a ella. Su sangre regó el suelo y de ese encuentro nació la flor. Así reza una de sus historias. Otra cuenta la de Mburukujá, una hermosa joven guaraní con un amor imposible: un joven español.
Dicen que las infusiones hechas con esta planta curan la tristeza y la melancolía (lo informan en el libro “Consejero de Medicina Natural I: Plantas”, de Carlos Koze). Mirá si no es poética… También tiene otros usos medicinales.
¿Dónde la encontrás? En Chaco, La Rioja, Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires, en especial en los bosques.
Con sus frutos se hace un dulce riquísimo. Su fruto tiene un sabor muy sutil.
En Corrientes hay una ciudad que lleva su nombre y que es la cuna del Chamamé (también es conocida por los Cercos de Tacuara: son cercos sobre la calle de tierra hechos con tacuara, con forma de caña, diseñados por cada vecino) y hay un parque nacional bellísimo que ya te mostraremos más adelante (el Mburucuyá tiene más de cien lagunas, el Estero de Santa Lucía y una impresionante biodiversidad)
¿Sabías que…
la pasionaria compitió con el ceibo para ser flor nacional? Ganó su contrincante, pero¡estuvo cerca! Hoy es la flor nacional de Paraguay.