
¿Dónde queda la reja de “Luna cautiva”? ¿Y aquel pago que-según Don Atahualpa Yupanqui- no tenía comparación? ¿Y la calle angosta, “la de una vereda sola”? Tranquilos, que hoy Descubrir Turismo afina su guitarra y sale a recorrer algunos de esos sitios inmortalizados en canciones. ¿Cómo cuáles? Como estos
Las hemos cantado una y mil veces. Y cuando no hemos llegado a cantarlas por desconocer la letra, seguro las hemos tarareado, escuchado en la radio, en una peña o en televisión. Son, para la mayoría de nosotros, casi “canciones-paisaje”: esas que están ahí acompañándonos pero sin molestar, endulzando nuestras vidas aunque sea como suave banda sonora. Pero, ¿de dónde salieron? ¿Existen realmente los lugares que nombran? Y, de ser así, ¿en dónde quedan? Seguí leyendo. Te vas a sorprender.
Balderrama, el refugio de los poetas

En Salta, tierra de peñas, musiquieros y poetas inolvidables, hay un lugar de reunión –mezcla de vinería, quincho amigable y lugar adonde guitarrear hasta la otra mañana- que de alguna manera se ha convertido en la síntesis de todos los demás. Se lo conoce como el Boliche Balderrama, lo de Balderrama o Balderrama, directamente. Se ubica en la capital de la provincia, justo en el cruce de las calles Esteco y San Martín, y no es otra cosa que un bar antiguo y animadísimo, al que por décadas fueron a encontrarse los mejores músicos, cantantes folclóricos y poetas salteños (además de borrachines varios, desde ya). Por eso, cuando una vez en su larga vida la amenaza de cierre inminente comenzó a circular entre sus parroquianos, la pregunta se volvió obvia: “¿Dónde iremos a parar, si se apaga Balderrama?”. Según cuenta la leyenda, la poesía que después se hizo zamba fue escrita muy velozmente por el poeta Juan José Castilla en una servilleta de papel, y el músico Cuchi Leguizamon (también asiduo concurrente del bar) se encargó de ponerle melodía. Después, lo que ya sabemos: todos terminamos cantado aquello de “A orillitas del canal, cuando llega la mañana, sale cantando la noche, desde lo de Balderrama”
https://www.youtube.com/watch?v=8rAYZZMbOMg
Tomando la ruta 3

Corrían días de regreso a la democracia y una chica de pelo largo y enorme guitarrón se subió a un escenario para cantar aquello de “Voy a tomar la ruta 3, una mañana para no volver, silbando bajito me voy para el campo”. La chica se llamaba Celeste Carballo y venía, justamente, del pueblo que le da nombre esa canción: Querido Coronel Pringles. La ciudad está ubicada al sur de la provincia de Buenos Aires, cuenta hoy con cerca de 25.000 habitantes pero todo lo que la letra de la canción cuenta habla de un campo que ya no existe, lleno de vecinos solidarios, cosechas compartidas, juntadas para bañar las ovejas o para hacer una fiesta después de tanto esfuerzo junto. Y es tan linda que también a uno le dan ganas de tomar la ruta y enfilar hacia el sur. Fijate:
https://www.youtube.com/watch?v=9u3Qo5_2m7c
¡Viva el Cerro Colorado!

Según dice Don Atahualpa Yupanqui, nada se compara a la belleza del que alguna vez definió como su lugar en la tierra. El sitio al que llegó después de mucho andar por el mundo (literal: Don Ata no sólo vivió viajando a raíz de las persecución política a la que fue sometido, sino también porque en Europa se deslumbraron con su poesía y su talento con la guitarra) y adonde, dice, por fin pudo descansar. Allí, en una aldea llamada Cerro Colorado, 163 kilómetros al norte de Córdoba Capital, todavía se conserva, como museo y homenaje, la sencilla casa con alero y vista al cerro en la que alguna vez vivió. Allí se organizan todavía espectáculos en torno de su poesía y su música, y la casa parece hoy tan animada como en sus mejores días. A ese lugar mágico que inspiró su guitarra y sus veloces punteos le canta en la espléndida Chacarera de las piedras, de la que la mayoría de nosotros recuerda esa línea que es toda una declaración de amor: “No hay pago como mi pago, ¡Viva el cerro Colorado!”
https://www.youtube.com/watch?v=OGKvb1MPjXE
De la Luna cautiva
Si uno escucha esta canción folclórica, tranquilamente puede concluir que es una canción de amor en la que el cantante habla de la luna, de la noche y de los grillos. Pero lo que hay detrás es bastante más terrible, porque el autor de la canción (el famoso guitarrista cordobés Chango Rodríguez) estaba preso cuando la escribió. Más precisamente, condenado a doce años de presión por haber asesinado de un balazo en la cabeza a un amigo, en circunstancias por demás confusas. Durante un encierro de cuatro años en la cárcel del Barrio Guemes, en Córdoba, su esposa Lidia Bay, la Gringa, iba a visitarlo y de esas visitas habla la canción. De una luna que se acerca a la reja de un hombre enamorado de ella. Sólo que los grillos que allí se mencionan son en realidad los grilletes del preso, las “espuelas que tintinean” son las llaves del carcelero, las rejas son las de la celda y la “luna cautiva que me besa y se va” en realidad está libre. El preso era él, y logró salir de prisión gracias a un indulto presidencial. A nosotros, de toda esta tristeza, por suerte sólo nos ha quedado esta bellísima canción.
https://www.youtube.com/watch?v=49FwcOZieTc
¿Sabías que…
La Canción de Alicia en el país, escrita por Charly García en plena dictadura, logró poner en letra lo que no podía decirse? Para eso, disfrazó la denuncia de alusiones a Alicia en el País de las Maravillas y pudo decir cosas como éstas: “Los inocentes son los culpables, dice su señoría, el Rey de espadas”. O como éstas: “Un río de cabezas aplastadas por un mismo pie, juegan criket, bajo la luna”. Por suerte, los censores nunca supieron de poesía y tampoco entendieron ésta.